miércoles, 27 de febrero de 2008

Las Callecitas de Bs. Aires...

Tengo que confesarles algo….

…Estoy enamorado de las calles, del estilo y del ambiente de Bs. Aires.

Los que me conocen saben que vivo entre la dualidad de gustarme la vida tranquila, la playa, onda vida en la playa con cabañita modesta, hamaquita y arenita en la cama. O casita en el campo, tierrita, plantitas y atardeceres tranquilos y….

… el estilo de vida de las grandes ciudades. Avenidas, departamentos antiguos, impermeable y lentes de sol oscuros. Cafeterías con mesas a la calle, ver pasar la gente, el movimiento de la ciudad. Mi más grande fantasía al respecto es vivir una temporada en New York City. Quizás por eso mismo ahora vivimos en el medio de Valparaíso. Entramos a nuestra casa de una manera bastante inusual y muy urbana. Una galería comercial antigua y unas puertas al costado que te llevan a las escalas, nada lindas, y a los departamentos muy hermosos.

Aprendí de este estilo en mis temporadas en Sao Paulo, Brasil, a razón, el New York latinoamericano. Apasionante ciudad con miles de lugares para descubrir y caminar. Sólo que Sao Paulo no es una ciudad muy amigable. Nunca pude entender su línea de metro y su transporte público. En ese sentido es la gran ciudad por esencia, quiero decir, que no es un jardín de rosas y de alguna forma te sientes ajeno, algo en mí no encaja del todo en la gran metrópolis paulista. Quizás sea el hecho de tener hermanos ahí y eso significa tener un lugar donde llegar siempre y sentirse a resguardo.

En Bs. Aires me pasa algo distinto. Algo en la cultura de esa ciudad me hace sentir acogido y todo me parece encajar. El Subte, el transporte público, el movimiento. Está claro que alguien que vive la ciudad a diario me diría que no tengo idea de lo que significa vivir ahí todo el año. De hecho, los comentarios de los porteños es que no les gusta para nada la ciudad y en Chile comparan el Metro de Santiago, moderno y limpio, con el desgastado Subte. Sin embargo, ese uso y ese desgaste, ese calor agobiante dentro de los túneles y esos carros viejos me enloquecen.

Como ya saben, estuvimos alojando en San Telmo, un barrio antiguo y cercano al centro de la ciudad. Puedes llegar caminando hasta el centro mismo y las calles comerciales disfrutando de la vida callejera de los bonaerenses. Qué buenos para salir son ellos. Obviamente son más outdoor que los chilenos. Debe ser su cultura italiana o esa cercanía con Europa y nosotros con tanto inglés y alemán que llegaron a comienzos de sigo XX que son bastante puertas adentro y nos legaron esa severidad de vida. Trabaja y tu trabajo te debe costar.

En Bs. Aires me encanta caminar entre las cafeterías, las librerías y los edificios antiguos. A cada paso te puedes asombrar con viejos edificios, altísimos y hermosos. También la conservación de éstos les debe resultar bastante más fácil que a nosotros. Un solo detalle al respecto, allá no terremotéa.

Me fascina lo viejo. Tal vez tenga esa inclinación por vivir en una ciudad que ha hecho de la ruina un concepto estético. Solo que Bs. Aires no es ruinoso, sino que se ve bien cuidado, bien tenido y algunas cosas se conservan tal cual. Recuerdo haber visto muchos restoranes a la antigua, donde la tonalidad predominante es el café oscuro, mesas de madera con manteles blancos bien planchados, vitrina con letrero a mano y bien realizado. Y no sólo restoranes, sino que también distintos tipos de negocios que conservan en su interior esa vieja tonalidad de madera un poco al sepia.

Caminando muy cerca de nuestro hostal nos quedamos con la Francisca prendados de un enorme edificio, en donde sus columnas eran las imágenes de unos seres titánicos que sostenían las cornisas. Muy gótico pero no puramente gótico. Se podían divisar arriba un balcón de vampiros con una gran ventana detrás. Y muchas ventanas diferentes que lo continuaban a gigantescos techos con otras ventanas de brujas. Unas gárgolas de cóndores no podían faltar y las ganas tremendas de: yo quiero vivir ahí!!!!!!

Nos encontramos con nuestro único contacto en Bs. Aires. Una antigua pasajera de Ruta Valparaíso a quien tuve la oportunidad de mostrarle la ciudad mientras ella sacaba fotos. Pero no cualquier foto, puesto que su afición es la fotografía de laboratorios y revelado con luz roja de seguridad. Nada digital quiero decir. Stella se convirtió en nuestra amiga de tanto mail enviado y comentario sobre fotografía. Ella misma es un personaje. Sé que leerá estas líneas y se encontrará por primera vez con mi descripción sobre su persona o lo que ella me parece o me inspira. Ya la primera vez que estuvimos en Bs. Aires nos comunicamos con ella y nos encontramos en un pub del barrio de Palermo y esta vez cumplimos el rito de llamarla y juntarnos en el centro. Ahí estaba la Stella, viajera soñadora que prepara sus viajes con mucha antelación, puesto que a ella los lugares la llaman de a poco hasta que se transforman en una necesidad imperiosa de ser conocidos por su lente. No viaja al modo usual. Ella misma se arma los viajes diseñando paso a paso hasta el jeep que la pasará a buscar en algún caminito de Patagonia, un senderito por otro lado, un hostal o casa en el lugar más recóndito de sus travesías. Figura delgada y distinguida, aire solitario que combina a la perfección con su piel blanca traslucida. Cigarrillos de tabaco negro y conversación amena con su típico acento argentino.

Es genial ver a Stella, es como si Bs. Aires se tradujese en alguien, para dedicarnos siempre algunos minutos y pasarnos algunos datos de dónde poner la vista, dónde fijar el ojo, qué detalle capturar en un clic de pestañeo. No son lugares turísticos los que destaca, siempre son cuadros de balcones, encuadres de mansardas, obturaciones de esquinas que resultan un susurro al oído de lo que no te debes perder de verdad, y siempre es acertado. Y cómo no, para mí es como si la ciudad me hablara mediante su participación de médium urbana.

Estuvimos de charla sentados en unas mesitas a la calle de un local que no recuerdo el nombre pero sí su slogan; “Un clásico de la City”. Entre el ruido de los autobuses y carros que pasaban unos metros más allá, de la visión del happy hour porteño, de los muchos detenidos ante un cafecito o una cervecita Quilmes. Nos trajo un afiche de La Boca de regalito que todavía espera a que terminemos nuestro bar en el depa para obtener su lugar. Quizás la próxima vez (de seguro la habrá) la visitemos en su hogar que ahora está lejos de la City. Ella misma se cansó de tanto ajetreo citadino y se fue lejos a un paraíso de hojas verdes y flores hermosas en el patio de su casita.

Salimos mucho en la ciudad. De noche a comer pizza entre un ambiente de alegría callejera de mesas llenas y onda por doquier, de día a al centro comercial y librerías en donde la Fran encontró la traducción del último libro de la zaga que la tiene alucinada (re barato por lo demás), cambio de dinero y el tránsito por galerías comerciales como la Pacífico, con cielos pintados de frescos y detalles de muy buen gusto. Que diferencia con nuestros malls artificiales y acrílicos.

Ahhhhhh!!!! Qué gran ciudad, que vida y alegría se percibe en cada esquina, qué onda tienes, Bs. Aires…

… Ahora que lo pienso, tal vez con el tiempo, mi fantasía citadina me pase una boleta de hastío de ruido y pululación humana y termine viviendo en un paraíso de hojas verdes y flores coloridas en una casita frente al mar de Horcón.

Cómo me enganchas, Bs. Aires.



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